Jue. Abr 18th, 2024

 

 

 

Por: Profr. Andrés Bernardo Moreno Nájera.

 

La vieja locomotora del ramal o el tren negro, como le decían a la máquina de vapor, corrió de 1913 hasta 1960 en que llega la máquina de diésel y esta última se va para siempre en 1992.

Entre el personal del ferrocarril se recuerda al jefe de Estación Terminal ,Froylan Beristaín y su auxiliar encargado de vender los boletos, Joaquín Abrajan Baxin, conocido como don galleta; su maquinista Cástulo Larios y como auxiliar Amado Osorio Reyes; su conductor Jesús Ceja; sus fogoneros Amado Osorio, Chito Con, Alfonso Rodríguez y Saúl Ríos, un caso especial fue el de Gabino Aranda Delgado, mejor conocido por “cumbia” que sin ser ferrocarrilero oficialmente, ayudaba a los fogoneros y aprendió a conducir el tren con todos sus carros; el agente de publicaciones y ventas Guillermo Álvarez; el encargado del exprés Andrés Moreno Torres y su auxiliar Alberto Ramos que también tenía la función de llamador; los auditores Antonio Cárdenas y Javier Gaviño; los garroteros Gabino Mazaba Ambros, Alfonso Contreras, Alfonso Cortés y Marcos Cortés ; el velador Guillermo Morales, otros que se escapan a la memoria.

A través de este medio de transporte muchas comunidades y pueblos de las tierras bajas se comunicaban con San Andrés, a dónde venían a hacer sus compras y todo tipo de diligencias.

Cada comunidad tenía una tienda grande donde el campesino hacia sus compras diarias, pero además era el lugar a donde le compraban los productos que recogía en el campo, para posteriormente venderlo a los grandes comerciantes de San Andrés y otros municipios.

Fue por medio de los furgones del ferrocarril que se transportaba hasta las bodegas del AMSA el maíz, el frijol y el arroz, producto de las cosechas campesinas y la azúcar producida en San Juan Sugar.

Entre las familias que tenían las tiendas grandes y se dedicaban a la compra – venta de granos destacan los Barragán y Chagala Ventura de Pizapan, Fernando Ixtepan de Azcatitlan, Antonio Quinto Diez de Ohuilapan Estación, los Marín y los Gallardo de Tilapan, Los Tepach Coello, los Montiel y los García de Mazumiapan, los Prieto y los Cadena del Laurel, los Mexicano y los Lindo de Lauchapan, los Rivadeneira del Sábalo, los Mendiola de Estación Norma, los Mendoza y los González de Cuatotolapan y los Pérez de Nopalapan.

El viejo ramal cambio varias veces su horario de salida.

En la época en que salía a las siete de la mañana, el comercio de San Andrés se activaba desde las cinco, porque temprano acudían a hacer sus compras las ancheteras y personas que tenían que surtirse de efectos antes de que partiera el tren.

Al llegar a la estación todo era algarabía, bullicio y movimiento, la venta de atole, empanadas, enchiladas, arroz con leche, etc. Doña Nicolasa Díaz y su Hija Eva más conocida como viruta ofrecían atole, empanadas y enchiladas, don Manuel Valle y su esposa doña Susana Cosme, llevaban arroz con leche y antojitos, la niña Irene Candelario vendía empanadas, Eufemia y Agilia Lempinos pregonaban tacos.

Las viajeras o ancheteras y los varilleros cumplieron un papel importante en la vida de la comunidad y el comercio del pueblo, ellos surtían a la comunidad de los productos que no se podían adquirir en el lugar y de regreso traían productos del campo para satisfacer las necesidades del pueblo. Ellos llevaban géneros, listones, encajes, pantalones, alcohol, aguardiente, perfumes, peltres, dulces, rebozos, bolillos o pan francés, topotes, aretes y tantas cosas que se comerciaban.

Era muy común que si el cliente no tenía dinero podía pagar o abonar con productos como los huevos, gallinas, guajolotes, cochinos, ciruelas, nanches calabazas, frijol, maíz, totopostes o lo que al momento se diera.

En la memoria de los viejos usuarios del tren y las comunidades del ramal queda la imagen de doña Mercedes Bletzar, Mauricio Martínez, Luis Martínez, doña Pascualita Velasco, Demetria Hernández, doña Juana Chagala, Juana Obil, Juana Hernández, Silvestre Reyes Barragán, don Ramón Cortes, doña María Concepción ”Negra” Cárdenas, doña María Carrión, Aura María Reyes, Juan Ramos, Chica Ventura, Francisco Ventura, Asunción Anota entre otros.

En cada estación se armaba el alboroto y la corredera de la gente con la llegada de la locomotora, por un lado las viajeras descendiendo con sus canastas y sus productos y al mismo tiempo los pasajeros que buscaban ganar un sitio en los carros, los gritos de los vendedores del lugar ofreciendo tacos, atole, tamales fritos, elotes calabazas, papayas, etc.

Si por casualidad subían a algún enfermo en hamaca ya sea rumbo a Rodríguez Clara en busca del Doctor Navarrete o con rumbo de San Andrés, se subía al enfermo con todo y hamaca y la caña se atravesaba de lado a lado y los familiares de pie junto al enfermo.

En las múltiples ocasiones en que se llevaba a la Virgen de los Remedios de San Andrés rumbo a los llanos, el auditor, por lo regular destinaba uno de los carros a la Virgen y los peregrinos y el otro para los pasajeros. Se acomodaba el nicho en los asientos de en medio y junto a la imagen los caseros, al costado se sentaban los músicos quienes tocaban durante todo el trayecto. De cuando en cuando se ponían de pie las mujeres para bailar en el pasillo del carro agarradas de los asientos, entre las bailadoras destacaron Tita Domínguez, María Ruiz, y Cristina Cárdenas de la comunidad de Nopalapan.

Al retornar el ferrocarril a la estación de San Andrés, al primer silbido que se escuchaba, la gente se alertaba al grito de ¡Ya viene la burra ¡ y salían a toda prisa a la estación. En el lugar se concentraban los compradores de los productos que traían las viajeras: pollos, guajolotes, patos, maíz, frijol, plátano, etc. Ahí ya estaban Chica Martínez y Juana Lucho comprando las gallinas y guajolotes para llevarlos al otro día a venderlos al mercado, los que compraban las ciruelas, el maíz por mano, las calabazas de concha, las anonas, etc.

También los niños y jóvenes tenían actividades y la oportunidad de ganarse unos centavos cargando las canastas, los bultos, morrales y todo aquello que fuera carga pesada para las viajeras y pasajeros del ferrocarril. El niño Leonardo Morales “canastita”, junto con otros chiquillos encontró en las actividades de la estación su fuente de ingresos.