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Jul 26, 2018
  • Un mundo raro… e incomprensible

“Y usted, ¿se ha preguntado cuándo fue la última vez
que hundió las manos en la tierra, en el agua fría
de un riachuelo o se perdió por un sendero verde?”
—Marta Rebón

No pasaron ni dos años, y las propuestas y promesas se cayeron, como es posible, ¡otra vez!, que no pasen ni seis años y las ilusiones del cambio y mejoría para el México enfermo se conviertan en cadáveres. Cada día me despierto con el deseo de recibir buenas noticias; las recibo aún: trabajo, salud y amor me sonríen; la familia, bien; los amigos y compañeros ahí la llevan; los enemigos al acecho –¿al asecho también?-, pero todos estamos más o menos. Sin embargo, testarudo que soy, me volteo tantito y veo que no todos estamos bien. Las malas noticias se acrecientan y ahora más con las falsas noticias (aunque estas han existido desde tiempos inmemoriales, y algunas tan memorables que han cambiado el curso del mundo), que nos llegan a velocidad atroz, el correcaminos se queda atrás.

La situación está de la chingada, por dondequiera que se le vea y de las dimensiones que guste, pa’ todos hay: de chile, de dulce, de mole… de despilfarro, soberbia, intolerancia y un chingo de valemadrismo. ¿Quién parará el desbocamiento humano? Si nos somos nosotros mismos, ¿quiénes? Insisto: vamos derechito al abismo. Insistamos, Luis Cernuda:

“No es el amor quien muere,
somos nosotros mismos.

Inocencia primera
Abolida en deseo,
Olvido de sí mismo en otro olvido,
Ramas entrelazadas,
¿Por qué vivir si desaparecéis un día?

Sólo vive quien mira
Siempre ante sí los ojos de su aurora,
Sólo vive quien besa
Aquel cuerpo de ángel que el amor levantara.

Fantasmas de la pena,
A lo lejos, los otros,
Los que ese amor perdieron,
Como un recuerdo en sueños,
Recorriendo las tumbas
Otro vacío estrechan.

Por allá van y gimen,
Muertos en pie, vidas tras de la piedra,
Golpeando la impotencia,
Arañando la sombra
Con inútil ternura.

No, no es el amor quien muere.”

Luis Goytisolo, ganador del Premio Internacional Carlos Fuentes 2018, en entrevista comentó: “Es un mundo realmente muy difícil y veremos cómo salimos, es una crisis a la que yo no le veo un final inmediato, la verdad. Ha cambiado todo y bastante. Es un mundo ya incomprensible. Por eso digo que no es posible ser optimista, no se puede ser optimista ante el mundo actual; yo no le veo la salida. Alguna tendría que haber pero en este momento es más de lo mismo y se va prolongando esta mala situación.” (eluniversal.com.mx, 25/07/28).
Más de lo mismo, cierto. Y en México, ya saben, cantamos las rancheras y lo que nos pongan…

La ministra en retiro y próxima secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, a la pregunta “¿Qué es pacificar al país?, ¿cómo lo harán y cuánto tiempo les llevará?”, contestó: “Tenemos dos sexenios de muerte, desolación y una ola de violencia imparable. Esto no gusta mucho que se diga, pero solamente con las cifras oficiales tenemos en estos dos sexenios más de 200 mil muertos y más de 40 mil desaparecidos. No sabemos cuántas ejecuciones extrajudiciales, extorsiones, derechos de piso, violaciones, trata, asesinatos de periodistas… el tema es sumamente complicado, muy, muy complejo. Pero de lo que sí estamos ciertos es de que no podemos seguir así, con una política anticrimen y antidrogas que no ha dado otro resultado más que violencia. Andrés tiene dos frases: “La violencia no la vamos a combatir con más violencia” y “becarios sí, sicarios no”, y en esta línea de pensamiento la pacificación del país es la paz y seguridad de cada una de las familias mexicanas, esa es la pacificación del país.

¿Cómo lo vamos a atender? De muchas maneras, vamos a atender el problema de la pobreza, las causas de la pobreza y la falta de desarrollo económico en muchas de las regiones; vamos a trabajar en la recomposición del tejido social.” (eluniversal.com.mx, 24/07/28).
Ahí ‘ta: de muchas maneras. Así sea, amén. O mejor, ¡amen!

Los días y los temas

A según dicen que en México el Día Mundial del Árbol es el segundo jueves de julio, dizque por decreto del expresidente Adolfo López Mateo. Es decir, este año fue el pasado 12 de julio. No sé pa’ que sirven esos dichosos Días de celebración, festejo, homenaje, recuerdos y etc., a no ser que pa’ “despertar conciencia (¿cuál?), y los demás días circulares, bien gracias.
Hace poco leí el artículo, breve pero sustancioso, “Una dosis de naturaleza, por favor”, de Marta Rebón. Y como estamos en tiempos de compartir, pos les dejo unos párrafos:

“La ciudad impide frenar y es mejor no engañarse: fisiológicamente, el cuerpo humano se siente más en sintonía rodeado de árboles que aferrado a un teléfono móvil. Somos animales. El bosque nos espera.

“Los que viven en las ciudades lo saben: su ritmo es un desafío constante. En el frenesí urbano perdemos las riendas de los días. Para el conservacionista Joseph Wood Krutch (1893-1970), la imagen que mejor ilustraba la sociedad moderna era la de un coche a toda velocidad: no puedes pensar en nada, te limitas a mantener el “monstruo” bajo control. Por si fuera poco, dentro de 20 años, dos terceras partes de la población mundial vivirán en ciudades. El problema que se nos plantea ya no es cómo mantener el ritmo cotidiano de la urbe, sino de qué manera combatir la fatiga mental en un entorno que nos sobreestimula y nos impide poner el contador a cero. Muchas veces, cuando cerramos los ojos en busca de una evasión momentánea, viajamos mentalmente a un bosque, a un lago, a un valle. Y no es casual que nos transportemos allí para recuperar el sosiego.

“Fuera del asfalto, el ritmo cardiaco se ralentiza, la presión sanguínea disminuye, la percepción se ensancha. Aunque nuestra conciencia está cada vez más moldeada por la tecnología y la conectividad permanente, fisiológicamente nos adaptamos mejor al medio natural.” (elpais.com, 16/06/18)
Me recordó el poema de Octavio Paz, del libro “Árbol adentro”:

“Creció en mi frente un árbol.
Creció hacia dentro.
Sus raíces son venas,
nervios sus ramas,
sus confusos follajes pensamientos.
Tus miradas lo encienden
y sus frutos de sombras
son naranjas de sangre
son granadas de lumbre.
Amanece en la noche del cuerpo.
Allá adentro, en mi frente,
el árbol habla.
Acércate, ¿Lo oyes?”

Ahí se ven.