Jue. Mar 28th, 2024

Perros fieles.

 En medio de la tragedia por las inundaciones y los aludes, que obligan a contar cadáveres por centenares, el pueblo brasileño se conmovió con la historia de ‘Leao’, un perro que no se aleja de la tumba de su dueña, sepultada hace ya varios días; “Hay un perro, llamado ‘Leao’, que no sale de la tumba de su dueña, Cristina María de Santana”, comentaron los socorristas, y el caso impactó tanto que la foto de ‘Leao’ ya recorrió el mundo.

La historia, sin embargo, tiene varios antecedentes conocidos y comprobados de otros perros fieles que ni la muerte los pudo separar de sus dueños; el amor de algunos perros supera todas las barreras imaginables. Aquí los casos más recordados, muchos de los cuales motivaron la construcción de estatuas en honor a los animalitos:

“Bobby Greyfiar”. Durante 14 años, este terrier de Edimburgo, Escocia, permaneció sentado en la tumba de su amo John Gray; la leyenda del terrier se hizo tan famosa que personas comenzaron a alimentarlo y darle refugio durante el invierno. “Bobby” continuó montando guardia hasta el día de su muerte, en 1872. Tiempo después, la población del lugar construiría una estatua en su honor, mirando hacia la tumba de John Gray. Actualmente, la estatua de “Booby” se encuentra a las afueras de un bar de Edimburgo que lleva su nombre.

“Collie”. En el cementerio de la Piedad, en Rosario, Argentina, un perro de nombre “Collie” vigila la tumba de su dueño desde hace cinco años; según el guardia del panteón, “Collie” llegó el mismo día en que enterraron a su dueño y nunca han podido sacarlo del lugar. El perro jamás se ha alejado del lugar; durante el día toma la siesta en un sitio cercano a la tumba y el resto del día está en la entrada de las oficinas del cementerio.

“Lobito”. Es otro perro que al igual que “Collie” dio muestra de su fidelidad canina en el panteón de La Piedad. Éste es un perro negro y lanudo que permaneció ocho años en el lugar hasta que la hermana de una empleada del lugar lo llevó a su casa y murió. “Ovejero”, en el mismo cementerio de Rosario, un perro de nombre “Ovejero”, murió de tristeza tras cuatro años de merodear la tumba de su dueño.

“Clara». En 2007, “Clara”, una perra de color blanco con manchas negras, se negó a abandonar la tumba de su amo en el cementerio de Safed, al norte de Israel. Personas que escucharon la historia a través de la radio, donaron comida para la perra durante un año.

Perro de Málaga. Un perro apareció en marzo de 2009 junto a la tumba de un anciano extranjero en el panteón de Nerja en Málaga, España. De acuerdo con personas de la zona, el perro siempre regresaba antes del cierre del panteón para pasar la noche con su dueño. Vecinos del cementerio le daban de comer y algunos, incluso, intentaron adoptarlo; sin embargo el perro siempre regresaba al sepulcro de quien fuera su dueño.

“Fido”. A finales de la década de los 30’, un joven de San Lorenzo, Italia, adoptó a un perro de la calle al que nombró “Fido”. Cada mañana, el can acompañaba a su amo a la estación de tren para que este fuera a trabajar en una carpintería de una ciudad aledaña; a las 5:30 de la tarde el perro esperaba el regreso de su dueño y al verlo llegar, lo recibía con súbita alegría. En 1943, el dueño de “Fido” fue reclutado por el ejército y enviado al frente ruso durante la Segunda Guerra Mundial y murió en combate. El can regresó todas las tardes a la terminal de tren buscando, entre la gente, a su amo.

A principios de la década de los 50’ “Fido” fue encontrado muerto entre la nieve de invierno. La estima hacia el perro provocó que los habitantes del pueblo erigieran una estatua en su memoria, con el epitafio “Un ejemplo para todos los humanos de lo que es la máxima expresión de amor y fidelidad”.

“Hachiko”. Una historia similar es la de un perro japonés de raza Akita que en una ocasión ya comentamos en este espacio. “Hachiko” nació en 1923 en la ciudad japonesa de Odate y un año después fue llevado a Tokio por su dueño, un profesor de agricultura llamado Hidesamuro Ueno.

Cada noche, el perro esperaba a su amo en la estación de tren Shibuya. En 1925, el profesor Ueno falleció y Hachiko quedó abandonado en la calle. “Hachiko” continuó regresando a la estación de tren en espera del regreso de su amo durante los siguientes diez años. En memoria de la fidelidad del perro, se construyó una estatua en las afueras de la estación Shibuya y se realizaron dos películas sobre la vida de Hachiko, una en Japón y otra en Estados Unidos, protagonizada por el activista Richard Gere. Más importante fue el hecho de que Hachiko ayudó a la preservación de la raza Akita, ya que solo quedaban 30 canes puros, en todo Japón. Actualmente, la población de esta raza supera los miles.

“Canelo“. A finales de la década de los 80, era común ver a un hombre caminando acompañado de su perro, de nombre “Canelo”, en la ciudad de Cádiz, España. El hombre solía asistir al Hospital Puerta de Mar para ser tratado de problemas renales, mientras “Canelo” lo esperaba. Un día el hombre falleció en el hospital a causa de complicaciones de su enfermedad y el perro permaneció echado a las afueras del nosocomio durante 12 años. El can soportó hambre y frío, pero nunca se movió del lugar. Los vecinos del hospital lo cuidaban y alimentaban, incluso lograron salvarlo de la perrera. El 9 de diciembre de 2002, “Canelo” fue atropellado en la puerta del hospital. La fama del perro fue tan grande, que se realizaron reportajes sobre el caso y el pueblo español colocó una placa en honor al perro.

Y como estas historias reales, seguramente hay muchas otras que no son conocidas pero sí experimentadas por muchas personas diariamente. Los perros y los animales en general dan muestra de una lealtad digna de admirar y aplicar también los humanos, valorémoslos y respetemos su derecho a una vida digna y feliz. gaem80@gmail.com