Mar. Abr 16th, 2024

Granados Chapa
¿Perro de Caza?

El periodismo combativo de las entidades federativas, tomará por asalto al indeciso del Distrito Federal.

En un futuro cercano terminará el dominio centralista informativo del cual todavía dependen algunos medios de comunicación del interior del país.

El comunicador de los estados es mucho más aguerrido que el titubeante de la ciudad de México. Sin el afán de ofender, semeja al auténtico perro de caza. Una vez localizada la víctima, la huele y le sigue el rastro, para después morder y desgarrar.

Estas definiciones pertenecen al periodista Miguel Ángel Granados Chapa, autor de la influyente columna política Plaza Pública, distribuida por la legendaria Agencia Mexicana de Información (AMI), en más de quinientas publicaciones impresas radicadas dentro y fuera del país.

En charla informal sostenida durante parte de la noche de un día de diciembre de 1980, con el en­tonces director editorial del influyente rotativo Uno Mas Uno, emergieron importantes puntos de vista sobre el quehacer periodístico sustentado en el campo de la contundencia del conocimiento y de la solidez de la experiencia.

El trabajo periodístico no sólo consiste en recabar, sistematizar, jerarquizar y publicar información de hechos probables o consumados, sino en ubicar lo más cercano a la verdad cotidiana.

En torno a una mesa de cafetín de medianoche, próximo al retorno de Correggio número doce, ocho periodistas prestaban la mejor de sus atenciones a cada una de las ideas totalmente desprovistas de la complejidad argumental o de la candidez académica.

El mayor número de atentados contra periodistas críticos y medios de comunicación independientes, siempre se dan en el interior de la república, son pocos los casos registrados en la capital del país.

En el terreno de las definiciones y del análisis, era como el más feroz de los relámpagos en me­dio de la tormenta.

En “periodista no es el que escribe en un periódico o es propietario de él, sino aquel que busca la verdad y la pública, aún a costa de su honor, de su fortuna o de su propia vida”, contiene abrumadora dosis de vocación definida y trasluce hasta cierto punto el romanticismo extenuante del periodista Carlos Septién García, lejano director general de la Revista de la Semana, editada por el diario EL Universal.

Respetable punto de vista del fundador de la revista La Nación, órgano de divulgación ideológica del comité ejecutivo del Partido Acción Nacional (PAN).

El contexto de la frase encierra una fuerza pasional con el suficiente poder de convocatoria para enardecer los estados de ánimo de la vocación fresca, en abierta formación.

Sin embargo, el periodista Frederick Forsyth, en una parte de su novela histórica El día del Cha­cal, considera que “el periodismo es en un cincuenta por ciento, escribir buenas historias, y en otro cincuenta por ciento, venderlas”.

En esta definición se deja sentir en toda su intensidad el viento huracanado del mercantilismo, la huella inequívoca de los auténticos industriales de la información, de un periodismo alejado de los principios más elementales del profesionalismo, del ejercicio ético, del compromiso social y del respeto al criterio del lector exigente.

El periodismo de hoy, salvo rigurosas excepciones, se aparta de las funciones esenciales postuladas por el maestro Salvador Borrego Escalante, en su monumental Periodismo Trascendente: profundizar en los acontecimientos diarios para descubrir los significados sociales y vincular a los lectores con fines elevados de perfeccionamiento cultural.

Nuestro periodismo se extravía en el halago desmedido o en la denuncia destructiva, más en el primero que en la segunda. En lo particular, sin recurrir a so­fisticadas definiciones intelectuales, complicadas nominaciones académicas o rebuscadas terminologías del investigador, el periodismo es cuestión de conciencia.

Esta facultad del ser humano para elaborar juicios personales de carácter moral y ético sobre lo que está bien y lo que está mal, con relación a sí mismo y a los demás.

Nunca escriban de lo que no saben ni hablen de lo que ignoran, pontificó el columnista político que hizo del periodismo un rito, del análisis un sacrificio, de la libertad una mística y del derecho una liturgia.

En un cafetín de madrugada, cercano a las instalaciones del diario que fundara y dirigiera el catorce de noviembre de 1977, escuchaban los periodistas: San­tiago González Natal, jefe de Corresponsales Nacionales del Uno Más uno, acompañado por parte de su calificado equipo de trabajo conformado por Teresa Weisser, Martha Zilli Grajales y Miguel Badillo Cruz, años después director general de ­la combativa revista mensual Contralínea.

Y los invitados especiales de esa noche: Yuri Von Berner Serbolov Palos, de la corresponsalía de la Agencia de Telégrafos de la Unión Soviética (TASS, por sus siglas en ruso), más tarde director general de Servicios Especiales de Publicidad, Promoción e Información, S. A. de C. V. (SEPPI), editora de La Carpeta Púrpura, publicación digital catorcenal de análisis político, social, económico y financiero, dedicada a la prospectiva y construcción de escenarios en México, e Ignacio Ramírez, de la naciente agencia Comunicación e Información, S. A. (CISA) y años después Sub­jefe de Información de la revista semanal Proceso.

Siempre escribir lo más cercano a la verdad posible, esa verdad conocida por el ciudadano común y corriente, luego adulterada por los compromisos políticos del periodista o también por las ambiciones económicas del medio de comunicación.

La conciencia crítica del sistema político mexicano, el hombre de encuentros y desencuentros, de peso y de contrapeso, el parlamento diario de la nación, mu­rió con la yema de los dedos sobre las teclas de la máquina de escribir.

Ni, de izquierda ni de derecha.

Leal hasta la muerte.

Sólo para tus ojos… El gobierno federal juega con la idea de auditar medios de comunicación por presunta evasión fiscal.