Vie. Abr 19th, 2024

El 31 de julio de 1926 el presidente de la República Plutarco Elías Calles promulgó la Ley que reglamentaba el artículo 130 constitucional. Establecía restricciones a los cultos católicos; limitaba el número de sacerdotes en los estados, según el número de habitantes; prohibía las congregaciones religiosas y ordenaba cerrar templos.

Fue nombrada Ley Calles. Todos los gobernadores fueron instruidos en hacerla cumplir en las ciudades y villas de sus respectivas entidades…En los estados de occidente, en el bajío, surgieron rebeliones que más tarde se convirtieron en beligerancia declarada.  En el sureste la instrucción se cumplió al pie de letra…

En Veracruz la hizo efectiva el gobernador Adalberto Tejada Olivares. En Tabasco, Tomás Garrido Canabal. Y en Yucatán Felipe Carrillo Puerto…Los tres mandataros mencionados compartían las ideas socialistas y anticlericales del Presidente Calles…En Yucatán y Tabasco, las medidas gubernamentales alcanzaron grados extremos; más que prohibiciones fueron agresiones a la libertad de cultos y en particular al culto católico. Muchos templos fueron convertidos en viviendas, escuelas, bibliotecas, cuarteles u oficinas públicas…

La grey católica nacional vivía en desconcierto. Temía la entrada al país de grupos religiosos protestantes… El gobierno usó otra estrategia, quizás para desviar o dividir a la feligresía católica…Así, en ese año 1926, el Presidente Calles autorizó la denominada Iglesia Apostólica Ortodoxa Mexicana – llamada iglesia cismática-, que desconocía la autoridad papal y era   encabezada por un sacerdote disidente, autonombrado “el patriarca Pérez”.

Esa determinación fue respaldada por la Confederación Regional de Obreros Mexicanos, (CROM), otras organizaciones sindicales y obreras gobiernistas, El Gobierno entregó a la nueva iglesia el céntrico y colonial templo de Corpus Cristi, en la ciudad de México…

Muchos obispos y sacerdotes, sobre todo extranjeros, sintiéndose amenazados abandonaron el país. Algunos ministros se escondían en casas de familias, donde celebraban misas e impartían los sacramentes, de manera secreta; ya que al ser descubiertos o denunciados serían aprehendidos o expulsados del país.

La jerarquía católica, respondió con una Carta Pastoral firmada por monseñor José Mora del Rio, Arzobispo de México, en protesta por la ley y llamando a los fieles a defender sus derechos religiosos. En centro del país y en el bajío las organizaciones católicas unidas crearon la Liga Nacional de Defensa de la Libertad Religiosa (LNDLR) y la Asociación Católica de Jóvenes Mexicanos (ACJM).

Eran las décadas de los años 20 y 30 del siglo pasado. Tiempos de la post revolución… Comenzaba una frágil estabilidad política y campeaban ciertas ideas liberales de ideología socialista, compartidas por muchos los gobernantes.

La paz estaba aún lejana. Ocurrían asonadas, lucha de grupos y facciones militares que se levantaban en armas… No se reconocía al Estado Vaticano y las relaciones iglesia- estado eran tensas. En ese marco se dio el conflicto religioso, que en 1929 desencadenó la “Guerra Cristera”. Capitulo oscuro de nuestra historia que el historiador franco mexicano Jean Meyer describió magistralmente en el libro La Cristiada.

Nuestro estado siempre ha sido considerado un bastión liberal. Recordemos que, en el puerto de Veracruz, Benito Juárez promulgó las leyes de Reforma…y casi todos los gobernadores de la post revolución fueron simpatizantes de las ideas de los Flores Magón y de corrientes socialista.

Además, en esa época Veracruz fue protagonista de importantes acontecimientos, derivados de la aún reciente lucha revolucionario…Surgieron los movimientos agrarista de José Cardel y Úrsulo Galván; la huelga de inquilinos de Herón Proal; se impulsó el sindicalismo, en Xalapa ocurrió el conflicto obrero de fábrica textil de San Bruno…y se integraron agrupaciones obreras, campesinas, políticas y sociales que fueron parteaguas del desarrollo del estado y del país.

Nuestra región tuxtleca no se quedó a la zaga. Destacaron líderes sociales involucrados en las luchas obrera, agrarista y sindicalista. Entre ellos destacan, en distintos bandos, Primitos R. Valencia, Juan Rodríguez Clara, Francos J. Moreno; y los catemaqueños Pedro R. García, Gabriel Pérez Vidal, Pedro Escobar…

En algunas ciudades y pueblos veracruzanos se formaron grupos de católicos decididos a levantarse en armas, como ya sucedía en el Bajío… En la región de los Tuxtla cundió el malestar entre los pobladores, casi todos católicos… El 7 de diciembre de 1926, en Catemaco, antes de que fuerzas del gobierno tomaran los templos, los propios ciudadanos clausuraron la parroquia de San Juan Bautista…Creemos que así sucedió en las hermanas ciudades tuxtlecas

Por disposición oficial las autoridades municipales debían integrar una Junta Civil que se encargarían de la vigilancia de los templos y custodia de los objetos valor. La representación del gobierno en dicha junta recaía en quien se desempeñaba como “receptor de rentas” de Hacienda federal…

Mi abuelo materno, además de su oficio de pescador y agricultor ocupó el mencionado cargo…A poco renunció a formar parte de la junta civil al darse cuenta de la certeza del refrán “en arca abierta el justo peca” …Pues ciertos miembros de la junta, personas de “manos impías”, dispusieron del patrimonio que deberían resguardar…Pero esa es otra historia.

En esos años pululaban por caminos y villas gavillas de la Guardia Rural, especie de policías montada dependiente del gobierno estatal, que abusado de su autoridad cometían desmanes y andaban a la caza de grupos religiosos o algún sacerdote refugiado con alguna familia de Santiago, San Andrés Tuxtla o Catemaco…

Oficiaba en la Villa de Catemaco  el padre José Manuel Encinas,  amigo de mi abuelo Pedro  García Tiburcio, con quien acostumbraba reunirse  la “hora del amigo” en torno al  habanero  “Más viejo que yo” .…A raíz del conflicto, el sacerdote pernoctaba en diversos domicilios, ya que estaba en la mira la Guardia Rural…Entonces  mi abuelo  y el presidente municipal don Juan José Pereyra Moreno, movieron influencias con los jefes militares para que el padre Encinas, saliera de Catemaco y, vía Veracruz, viajara a la Habana…

Mientras tanto el conflicto continuaba. El templo permanecía cerrado, las campanas calladas. Las juntas cambiaban integrantes a cada rato. Sin embargo, las tradicionales ferias de semana santa y de la Virgen patrona, seguían efectuándose año con año. El atrio se colmaba de romeros llegados de pueblos aledaños y de congregaciones de la sierra para rendir homenaje a la Virgen. No eran molestados. Pero autoridades y junta tenían oídos sordos ante la constante petición de que “los dejaran ver a la virgencita”.

Muchos fieles viajan a San Andrés Tuxtla, a domicilios de conocidas familias, donde ciertos días, de común acuerdo, llegaban sacerdotes, de incognitos, a celebrar, clandestinamente, misas y a impartir sacramentos

En 1929, durante el segundo periodo como gobernador del general Tejada Olivares, la situación se suavizó…Por esos días retornó de Cuba el recién nombrado Obispo de Veracruz, Rafael Guizar y Valencia, religioso de espíritu conciliador, quien buscó acercamiento con el gobernador Tejada.

Según crónicas de esa época, los dos personajes que polemizaban a través de telegramas, cartas o representantes, llegaron a establecer cierta relación, pese a su diferencia ideológica. Así, monseñor Guizar y Valencia obtuvo ciertas franquicias para abrir algunos templos y el permiso de   oficiar a algunos sacerdotes…

Fue una etapa turbulenta. En el centro de la república y en el bajío se libraba la Guerra Cristera, enfrentamiento de fuerzas federales y combatientes católicos, con muchas bajas de cada bando. Esa contienda, y el asesinato del presidente electo Álvaro Obregón en noviembre de 1927, a manos de un católico, endureció la persecución…Sin embargo, esos acontecimientos distrajeron la atención de los gobiernos estatales y locales. Y aunque no de manera abierta, las autoridades civiles y religiosas llegaron a ciertos arreglos que suavizaron la tirante situación en el Estado…

Y por fin un día –desconocemos la fecha exacta- de 1929, cuando ocupaba la presidencia municipal de Catemaco, don Gabriel Cárdenas Tiburcio, se esparció el rumor del que el gobierno permitía al obispo de la diócesis de Tehuantepec, con sede en San Andrés Tuxtla, abrir los templos…

Ese día los repiques de campanas tocando a rebato y los estallidos de cohetones no se hicieron esperar. La junta civil se retiró de escena y quién sabe cómo, en medio de una algarabía, apareció el padre Encinas…Un grupo de damas se aprestó a lavar el templo y limpiar paredes e imágenes, que lucían gruesa capa de polvo luego de mucho tiempo de encierro…El organista y cantor parroquial, don Nicolás, limpió cuidadosamente el órgano, que quedó a punto para acompañar los servicios religiosos.

Una vez restablecido cierto el orden, el padre Encinas celebró solemne misa cantada, en la que pronunció un elocuente sermón que –contaban los viejos “rompió el corazón e hizo derramar lágrimas…” Mucha gente tomó las sagradas formas, imaginamos que muchos sin previa confesión-.

Por varios días quedó expuesto el Santísimo Sacramento. Pero no en su custodia original, una verdadera joya del plateresco aderezada con piedras preciosas, que fue robada; sino con otra prestada por la parroquia de Santa Rosa de Lima, de la vecina ciudad de San Andrés…

Transcurrido un tiempo prudente, el párroco acompañado por algunos fieles, realizaron un inventario de los objetos dedicados al culto. Resultaron faltantes un valioso lote de joyas, obsequio de los devotos a la imagen de la Virgen; la custodia de la que hacemos referencia en anteriores líneas, así como dos copones…y las alcancías saqueadas…El pueblo, con la alegría de la reapertura del templo, no hizo caso de hurto…Mas con los días, se comentó y se lamentó la fechoría…

Uno de esos días, el párroco Encinas anunció desde el púlpito que el señor obispo llegaría a Catemaco en visita pastoral. De inmediato se organizó el correspondiente bienvenida…Se encalichó la iglesia, cambiaron tejas rotas y se bruño la Santa Marta, campana insignia.   Pasarelas de papel picado adornaron el atrio y arcos de flores decoraron las puertas del templo…Pero, según contaban los mayores, el señor obispo no llegó…

En el orden civil, también fue celebrada la apertura de la iglesia. Tres días se realizó concurrida verbena en el parque Francisco I Madero. Un domingo, después de la misa matutina hubo suelta de globos en el atrio. Por la tarde desfiló un carro alegórico de las damas de la Cofradía de la Virgen del Carmen; el carro fue seguido por la mojiganga de don Crispín Absalón.  Ya noche se quemaron cascadas de luces, por obsequio de los hermanos “Lito” y “Mon” Ortiz, pirotécnicos de la localidad.…

Y los jóvenes de la época, organizaron un “rumboso baile” dominguero en parque, pero como el famoso Concierto Moreno andaba de gira por el pueblo de Hueyapan, el baile fue amenizado por una marimba que venía de paso, desde Chiapas, con destino a San Andrés Tuxtla…

La noticia de la apertura de la iglesia, pronto voló por los pueblos de la sierra. Y en los meses siguientes una nutrida peregrinación, a pie y a caballo llegó de la Sierra de Santa Marta, Pajapan y San Pedro Soteapan, para agradecer a la Virgen el milagro de volverla a ver, e implorarle a través de la oración consuelo a sus desasosiegos…

Esa caravana, más nutrida que la que llegaba anualmente en la feria, duró varios días en Catemaco, pernoctando en los corredores. Y aprovechando el largo y accidentado viaje, los peregrinos se surtieron de artículos de primera necesidad y de novedades en ropa, telas y trastos que ofrecían las tiendas catemaqueñas de la época, como Las Golondrinas de don Francisco Pereyra Santos, la tienda de los hermanos Villa, la Cooperativa de los hermanos Moreno o la de don Luis Gracia…

Para 1937, los tratados entre el representante del papa Pio XI, los obispos, la intervención de embajador norteamericano Morrow y el presidente Emilio Portes Gil, terminaron la cruenta Guerra Cristera. En ese año, un decreto presidencial permitió la apertura de los templos…Pero, ya muchos meses antes, en Catemaco la iglesia estaba de puertas abiertas a la feligresía y se había restablecido el flujo de peregrinos.

Respecto a la Ley Calles, por un tiempo se acató la orden de no celebrar ritos del culto fuera del templo…Pero a poco a poco, feligreses y ministros reanudaron las precesiones y otros actos religiosos extramuros del templo…El conflicto desquició la relativa calma y el cotidiano transcurrir provinciano, ya que atentó contra unos de los valores sustanciales de la población, la fe en sus creencias…

Casi veinte años después de los sucesos narrados, por los años 50 llegó inexplicablemente a Catemaco un sacerdote bonachón que se ganó la aceptación de la feligresía…Pero pronto se descubrió que pertenecía a la iglesia cismática del patriarca Pérez. Fue aborrecido por la feligresía y sacado del pueblo…Suceso tema de otra crónica.

©shg.