Vie. Abr 19th, 2024

La delincuencia organizada y/o común continúa secuestrando menores de edad. También, claro, mayores. Pero en la piel social, en los hogares, en las familias, duele más, mucho más, cuando plagian a niños.

Basta y sobra con leer la prensa. A cada rato, la Comisión Estatal de Búsqueda publica avisos informando de un menor más desaparecido; incluso niñas de 10 años de edad, aprox.; hay niños menores de 5 años secuestrados. Por lo general, se trata de pleitos entre padres divorciados peleando cada uno la titularidad.

Pero en el otro lado de la tortilla, un Veracruz aterrorizado y horrorizado con la creciente desaparición de menores.

De vez en vez, por ahí, la autoridad publica que un niño fue encontrado. Pero y por desventura, son casos aislados. Los menos.

Los días y las semanas y los meses caminan y ninguna posibilidad de localización. Y en tanto, la imaginación social es canija.

Que los plagiaron para la prostitución. Que para quitarles órganos de su cuerpo y venderlos en el mercado negro. Que para exigir un rescate.

También, para intimidar a la población, pues nada más efectivo que sembrar y multiplicar el terrorismo.

La población, asustada y temerosa, llena de miedo y “de miedo al miedo” que es lo peor.

Por fortuna, ya acabaron las campañas electorales y únicamente se espera que el secuestro y asesinato de políticos (96 en el país, Veracruz, primer lugar nacional) pudiera disminuir, digamos, oh utopía, hasta quedar borrados del mapa de la violencia.

En contraparte, la sangre continuará corriendo, Veracruz oliendo a pólvora, con los feminicidios y secuestros.

Pero también, menores de edad.

LA JUGOSA PLAZA VERACRUZ

El 1 de junio, López Obrador en Veracruz, en Medellín desapareció una niña de doce años de edad. Se llama Alejandra Sánchez. Y la Fiscalía General lanzó la alerta Amber.

La última vez que la vieron fue en la cabecera municipal. Y muchas horas después, la familia en ascuas.

Ese mismo día, en Ixtaczoquitlán, el Colectivo Familias de Desaparecidos en la Zona Orizaba-Córdoba, exhumó tres cuerpos más en las fosas clandestinas.

Al momento, han recuperado en la segunda fosa un total de dieciséis cuerpos, más otros dieciséis en el primer terreno, llevan treinta y dos personas totalmente cercenadas recuperadas.

Entonces, cuando de pronto trasciende la noticia de un menor más (niña o niño) desaparecido, la imaginación humana es insólita, pero avasallante y piensa en lo peor, como resulta lógico y natural.

Más en un Veracruz que desde el sexenio de Javier Duarte, preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, alcanzó el liderazgo en desaparición forzada y fosas clandestinas, Colinas de Santa Fe, la más conocida y famosa en el continente.

Fue cuando el sacerdote de la Teología de la Liberación, el obradorista José Alejandro Solalinde Guerra aseguró que Veracruz “era el fosario más grande del país”.

Y cuando el periódico El País intituló un reportaje de la siguiente manera: “En Veracruz hay más fosas clandestinas que municipios”.

Por eso, ligar la desaparición de un menor con las fosas clandestinas se vuelve el peor infierno del mundo.

De entrada hay razones de peso y con peso.

Desde sexenio bíblico, los carteles disputan la jugosa plaza Veracruz.

Uno, la autopista de sur a norte para el traslado de la droga.

Dos, los tres puertos marítimos (Coatzacoalcos, Veracruz y Tuxpan) para la carga y descarga de la droga.

Tres, las pistas clandestinas.

Cuatro, el consumo de droga.

Cinco, el huachicoleo.

Sexto, la migración.

Séptimo, el secuestro.

Octavo, el sometimiento de cuerpos policiacos.

Noveno, el manejo de presidencias municipales, comandancias policiacas y direcciones de Obras Públicas y tesorerías en Ayuntamientos.

Y décimo, entre otros, el lavado de dinero.

El secuestro y desaparición de menores queda encartado en el operativo de los carteles y cartelitos y la vida se vuelve polvorienta, igual, igualito, que en la mayor parte de las entidades federativas del país.

DURO MADRAZO DONDE MÁS DUELE…

Una parte de la sociedad ha reaccionado con operativos adicionales ante la incertidumbre y la zozobra.

Por ejemplo, autodefensas. Comités de barrios para hacerse, digamos, justicia divina. Vecinos organizados con el mismo fin. Las noticias de que de pronto, en una colonia y/o en el centro urbano de una ciudad los ciudadanos detuvieron a un ladrón y lo madrearon y lo semidesnudaron y lo amarraron a un poste y avisaron a la policía.

Varios candidatos a las alcaldías definieron como prioridad de su cuatrienio si ganaban la creación de empleos, el pendiente social número uno, y la seguridad pública, el pendiente número dos.

Es más, fueron insistentes, como el morenista Amado de Jesús Cruz Malpica en Coatzacoalcos, allí donde en el tiempo de la 4T cuajara una sublevación ciudadana clamando y reclamando la tranquilidad y la paz perdida y que llevara al presidente municipal en turno, Víctor Carranza, “a rasgarse las vestiduras” diciendo que hablaría con los malosos para convencerlos de volver al camino del bien.

Por desgracia, el secuestro de menores de edad continúa en una escalada de violencia para multiplicar el terrorismo, pues los niños ningún delito han cometido y nada más terrible que asestar madrazo seco donde más duele, como son los hijos.

Días, semanas, meses, años, duros y rudos. Uno de los peores tiempos en la historia estatal.