POR ARMANDO RAMÍREZ RODRÍGUEZ.
Capítulo 21.
ENTRE TAPAS Y MEZQUITAS
Un día de marzo del año 2003, me sorprendió una carta de la Doctora Lucila López, quien fue mi compañera en el Instituto Barraquer. El motivo de su carta fue para invitarme al congreso de oftalmología, que se celebraba del 7 al 12 de junio en Madrid. Me entusiasmó la idea, ya que aprovecharíamos a conocer la ciudad de Cascai, Portugal, ahí Lucila tiene un departamento frente al mar. Palmita y Freya serían mis acompañantes como en anteriores ocasiones.
Le hablé a Palmita por teléfono, primero porque ansiaba me diera una crónica de la fiesta de mi amigo Chepe, donde los Sanandrescanos le hicieron un homenaje en Xalapa. Es un hombre que merece ser reconocido, por ser un notable ciudadano que ha ayudado a mucha gente. También le hablé a Palmita para organizar el viaje a Madrid. A lo cual tuvimos grandes risas y carcajadas con la emoción de planear la próxima aventura, y a su vez recordar viejas andanzas.
La primavera aquel año se presentaba resplandeciente. Las flores hacían gala de sus bellas tonalidades, adornando las calles y recordando lo perfecto de la existencia. Paradójicamente la vida a su vez es incierta y suceden momentos para recordarnos lo vulnerables que somos. Un fatídico 10 de mayo, Palmita presentó un derrame cerebral, de lo cual logró sobreponerse y esperaba la realización de una complicada y larga cirugía. Mi hermana quien fue como pocas hermanas en el mundo; había sido una gran amiga, compañera de aventuras y complices en el andar de la vida, por ello su condición fue un golpe de abatimiento.
Días después viviendo la zozobra familiar, recibí un correo de Lucila, donde emocionada me escribía dándonos una próxima bienvenida a los tres; tristemente Palmita no llegó a realizar el viaje que por interminables momentos habíamos planeado. Palmita fue operada en México, con múltiples atenciones del Dr. Antonio Zárate Méndez, en el hospital 20 noviembre, dicho nosocomio pertenece al Issste. Mi hermana se recobró satisfactoriamente de aquella compleja cirugía; situación que nos embargó de enorme felicidad y la esperanza de una entera recuperación. Por ello decidimos continuar los planes del viaje, aunque esta vez solo iríamos Freya y yo.
Aquel lejano 5 de junio del 2003, salíamos del aeropuerto del Puerto de Veracruz a la Ciudad de México. Nos fueron a despedir Armando y Bella María. Comimos juntos en el Restaurante Barón Rojo, una sabrosa sopa azteca y un consomé, típicos aún de la comida de la ciudad. Posteriormente documentamos nuestro equipaje en la ventanilla de Air
France, preparándonos para nuestro vuelo nocturno a la capital de España, a Madrid.
Cruzamos el inmenso Atlántico extasiados por nuestro viaje, donde nos esperaba el atardecer del viejo continente. Al subirnos al taxi que nos llevaría hacia nuestro hotel, nos sentimos de pronto en tierras lejanas al escuchar aquella característica entonación de los lugareños. El chofer manejó por varias callejuelas, hasta llegar a la calle de la Cruz, donde se encuentra el hotel Cantábrico, en la Plaza Canalejas, justamente en el corazón de Madrid muy cerca al metro Sevilla. Dejamos las maletas y apresurados nos dirigimos a la calle de el pozo, a tomarnos una fría caña para refrescarnos y relajarnos del largo viaje trasatlántico.
Nuestra primera mañana me presenté en el Palacio de Congreso para estar en el XIV curso europeo de oftalmología. Estuve con el Dr.Lienhard Gywal, quien me comentó entusiasta que un grupo de profesionales irían a Guerrero para efectuar cirugías gratuitas. Le expuse que seria conveniente en Los Tuxtlas, dada la situación de la sierra tuxtleca, donde existe gran cantidad de gente de escasos recursos. El tema fue por demás de su interés, y lo expondría en Suiza.
Aquella tarde después del congreso comimos en el hotel por 7 euros, una típica paella como primer plato, como segundo plato pescadilla, acompañado con una botella de vino, pan y postre. Terminando Freya fue a pintarse el pelo a la peluquería del corte inglés, entusiasta por descubrir las nuevas tendencias de los cortes europeos.
Se acercó el domingo y nos apareció el Rastro, calles repletas de mercancía, donde muchos comerciantes van a vender artículos nuevos y usados. Caminando hacía la Iglesia del Carmen, estaban chinos ofreciendo masajes que no desaproveché; y la sorpresa fue mayor al encontrarme a Lucilia con otra amiga oftalmóloga, Cochita. Nos dio enorme gusto coincidir en medio del barullo que originaban los comerciantes. ¿Qué tan grande es el mundo, o de que están hechas las coincidencias? Existe un sorprendente enigma en la vida.
Por la noche después de disfrutar las compras, se invitaba a la población a una fiesta en el casino en la calle Alcalá 15 a las 10.30 de la noche. Cenamos una exótica comida turca. Después de aquel festín de música, danza, bebida y exquisita comida, nos dormimos plácidamente, ya que al otro día muy temprano nos dirigíamos al Corte Inglés donde prepararíamos el itinerario del viaje.
Por la mañana el dueño del hotel Manuel Saezbenito nos invitó un café, platicábamos inmersos en la travesía de vida de Manuel, y los logros que había recorrido para adquirir sus propiedades. Manuel es dueño de dos hoteles, El Galicia y el Cantábrico. Nos despedimos yendo a sentarnos a La Plaza de Canalejas, en un café llamado Ricot, cerca del metro Sevilla. Freya pidió una sangría y yo una cerveza. Al medio día regresamos al hotel a comer, ya que contaba con una excelente cocina. Pedimos unos callos andaluces y una fritura cantábrica por 7 euros, a parte incluía una jarra de vino, pan y postre.
Los patrones son San Isidro Labrador y La virgen de la Almodena. Cuenta con tres puertas: La de San Vicente, La Puerta de Alcalá (donde se conmemora a Carlos III) Y Puerta de Toledo, donde entró Napoleón. A Madrid lo atraviesa un bello río llamado manzanares, varias calles se encuentran junto a sus aguas, otorgándole una bella estampa. Estando en la ciudad formé parte de la afición futbolera, al acudir al estadio Bemabéu a ver el partido de El Atlético de Madrid contra el Real Madrid.
Cuando iniciaron nuestras excursiones nos dirigimos hacia La Mancha, la cual se encuentra a una hora y 45 minutos por carretera. Dicho lugar pertenece a la comunidad de Madrid. La Mancha del árabe tierra seca, fue el escenario de los molinos que luchaban contra el Quijote, y por supuesto
Dulcinea de Toboso. Pasamos también por Despeñaperros, frontera natural entre La Mancha y Andalucía, ahí los cristianos mataban a los perros árabes y a los que perseguían se caían al vacío. En esa misma comunidad, la cual es autónoma y pertenece a Castilla-La Mancha, se encuentra Valdepeñas, donde existe un monumento a la victoria mandado a realizar por Franco, unos años después le propinaron un bombazo y nadie ha querido repararlo.