Sáb. Mar 15th, 2025

POR ARMANDO RAMÍREZ RODRÍGUEZ .

Capítulo 6.

Mi padre nació en la ciudad de México, un 2 de noviembre de principios del siglo XX, en un país que estaba cambiando a nivel político y social. Tuvo una transformación profesional, que dista mucho de la educación actual. Estudió la carrera de médico cirujano en la UNAM, y posteriormente realizó un internado en el manicomio de La Castañeda, teniendo grandes anécdotas de su paso por aquel lugar con gente que construía diferentes realidades, algunas, narraba mi padre, fascinantes.
Después de aquel tiempo en el hospital psiquiátrico, obtuvo importantes cargos. Fue Jefe de la unidad sanitaria de San Andrés, Tuxtla, Jefe del centro de salud de Alvarado, Jefe del centro de salud Dr. Gastón Melo de Xalapa, Jefe del primer distrito sanitario en el estado de Veracruz, Asesor de la jurisdicción sanitaria, Jefe de la sección materno infantil en la oficina central de los servicios coordinados del estado de Veracruz; entre otros cargos que obtuvo en el transcurso de su fructífero y extenso ejercicio profesional. Mi padre fue de los médicos con gran sentido de la ética y la responsabilidad. Creaba medicinas con un amplio conocimiento de la ciencia moderna. Lector asiduo hasta el final de su vida. Su mundo era sumergirse en la literatura y así lo recordamos hoy, un hombre sumamente peculiar, que pasó los últimos años de su vida leyendo el periódico en la mecedora de su jardín acompañado del perfume de las gardenias.
Volviendo a la casa de mi infancia; contaba con una sala que tenia un cuarto con piso de barro, donde cada sábado se lavaba con almagre. Esto era una práctica común de las casas, lograba una sensación de frescura y limpieza. Junto a la sala se encontraba el comedor y posteriormente la cocina, con una estufa grande y una típica nevera en la que cada dos días se compraba una arroba y hielo.
El agua era transparente, y podíamos beberla directo del grifo como cuando íbamos a los riachuelos; se antojaba con gran normalidad vivir de esta manera tan sencilla, pulcra y coexistiendo con la naturaleza. Así mismo la electricidad con un voltaje tan débil, que terminábamos en penumbra y nuestro auxilio eran los quinqués de petróleo. Las noches resultaban largas y ocasionalmente cuando llegaba la lluvia, El Tajalate se desbordaba dañando a mucha gente. Sin embargo, generalmente el cielo era vasto y azul, a veces se llegaba a percibir blanco de tanta luz con muchos puntos oscuros, que al verlos detenidamente eran pájaros que en su aleteo lo adornaban y le daban vida al firmamento.
Nuestros vecinos eran personas muy buenas. La familia Caracas siempre relacionados con Doña Delta y todos sus hijos. La Sra. Guadalupe que nos vendía las tortillas, así como la familia Ocampo dueños del árbol de zapote domingo, aunque nosotros éramos los dueños de las frutas, porque las cosechábamos con gran rapidez. En estas cosechas nos acompañaban nuestros primos Mirthea y Guillermo. Quienes siempre estaban presentes para degustar el exquisito manjar.
Enfrente vivían Doña Elvirita y Doña Angela Gómez, que tenían una fabrica de chocolates artesanales. El olor a cacao era característico en nuestra calle, y podíamos saber con gran pericia las horas donde la producción ya estaba lista. Ese resultaba el mágico momento de ir por un poco de chocolate para acompañar con el panqué de huevo de rancho. Dile a doña Elvirita que le ponga mucho cacao, recuerdo escuchar las ordenes delicadas de mi madre. La calle Juárez estaba empedrada; lo que nos permitía jugar y brincar sobre ella, no circulaban automóviles, no había smog ni ruidos, el silencio era su característica, así como el olor a cacao que se mezclaba en el aire e inundaba la calle.
Teníamos un radio que lo paseábamos por toda la casa para sintonizar alguna estación con el fin de oír música o resultados deportivos. Aquel era el sonido que llegábamos a escuchar en los días de estar en casa y que nos conectaban con el mundo. Aunque en la escuela a la que asistía lográbamos conocer otras historias gracias al profesor Patricio Redondo, quien logró que mi libertad y mi razonamiento se ampliaran.
Él era un apóstol consagrado a la enseñanza y la amistad, nos instruyó a imaginar diversas realidades posibles.