Jue. Abr 18th, 2024

 

AGENCIAS | MEXICO.- Andrés Manuel es tanto un ideólogo de izquierda como un político pragmático. Favorece un mayor gasto social y también afirma ser un conservador fiscal. Defiende las elecciones como un demócrata comprometido, pero hace campaña como un populista, y tiene una vena autoritaria.

México.- En las votaciones del 1 de julio, los mexicanos eligieron por un amplio margen a Andrés Manuel López Obrador como su próximo presidente. AMLO, como se le conoce, ha sido tachado de populista, izquierdista, autoritario y nacionalista. No obstante, también se ha dicho que es un pragmático y un conservador en materia fiscal. ¿Quién es AMLO y qué tipo de presidente podría ser? Todas las anteriores son la respuesta correcta.

López Obrador es tanto un ideólogo de izquierda como un político pragmático. Favorece un mayor gasto social y también afirma ser un conservador fiscal. Defiende las elecciones como un demócrata comprometido, pero hace campaña como un populista, y tiene una vena autoritaria.

El presidente electo es un capitalista que hace un llamado para que el Estado tenga una mayor intervención en la economía. Insiste en que apoya a las empresas, pero acto seguido critica ferozmente por su nombre a los líderes empresariales de México debido a su historial de pactos favorables con el gobierno. Su coalición incluye a admiradores de la extrema izquierda de Fidel Castro y Hugo Chávez, evangélicos socialmente conservadores y casi a todos los que se encuentran entre estos dos extremos.

Es un político complejo que ha hecho declaraciones aparentemente contradictorias a lo largo de su carrera política y durante la actual campaña presidencial.

¿Entonces cómo gobernará a México López Obrador? De todas las formas anteriores. No hay varios AMLO, sino solo uno.

López Obrador es un ideólogo que se propone transformar a México en lo político, en lo económico y en lo social, pero que prefiere un cambio gradual a un levantamiento revolucionario acelerado; es un populista susceptible que ataca a sus opositores, pero opera dentro de los límites borrosos de la política mexicana. Sus metas tienen una motivación ideológica, pero sus programas son en su mayoría pragmáticos.

Como jefe de gobierno de Ciudad de México de 2000 a 2005, expandió el gasto para asistencia social, incluyendo una pensión para las personas de la tercera edad, sin hacer estallar el presupuesto. Trabajó estrechamente con el empresario Carlos Slim para renovar el Centro Histórico, que todavía presentaba daños por el fuerte terremoto de 1985. Así mismo, atrajo a asesores internacionales para que le ayudaran a desarrollar nuevas ideas para lidiar con la inseguridad y la delincuencia.

En cuanto a las políticas económicas, el presidente electo dice que espera financiar un marcado aumento en el gasto de previsión social a través de una campaña anticorrupción y programas de austeridad gubernamental. Sus críticos, entre ellos destacados analistas fiscales, argumentan que los ahorros distan mucho de poder cubrir su larga lista de deseos.

Dado que prometió que no aumentará los impuestos ni habrá déficits importantes, ¿cómo hará funcionar el balance general?

A muchos les preocupa que ponga en práctica una economía parecida a la de Hugo Chávez, gastando lo que no tiene, pero las declaraciones de López Obrador y su mandato como jefe de gobierno de Ciudad de México sugieren lo contrario. Parece probable que arranque sus programas prometidos, pero al ritmo que dicte la disponibilidad de los fondos. Da la impresión de que entiende que actuar de otra forma podría provocar inflación, algo que daña más a los pobres.

Al igual que otros personajes de la izquierda nacionalista, López Obrador se opuso desde siempre y de manera ferviente tanto al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) como a la reforma energética. No obstante, también entiende que el contexto ha cambiado, y que estar en el cargo requiere el pragmatismo ausente en su búsqueda de la presidencia durante toda una década.

Ahora acepta el TLCAN y la dependencia del comercio con Estados Unidos como un hecho y ha respaldado al equipo que está renegociando el acuerdo.

Además, se ha retractado de un referendo prometido sobre la reforma energética de 2013 que, por primera vez desde 1938, permitió la inversión extranjera en el sector de los hidrocarburos. Reconoce que no tiene el respaldo para revertir los cambios constitucionales que permitieron la reforma y entiende que puede lograr la mayoría de sus objetivos sin modificar la Constitución mexicana.