Vie. Abr 19th, 2024

Sep 14, 2019
  • Aquellas fiestas patrias…

Las fechas patrias tienen la particularidad de poner el toque de patriotismo y solidaridad comunal. Como en ninguna otra acción, el pueblo, las fuerzas vivas, sin distinción, se unen en torno al concepto Patria, a la palabra México…

De manera espontánea brota el orgullo nacionalista. Dejamos a un lado problemas, desavenencia, partidismos y somos uno en torno a la más importante gesta de nuestra historia y los símbolos patrios.

Seguramente, estas fechas, traerán a muchos el recuerdo de las celebraciones septembrinas de otras épocas, decenios atrás…

Previo al día 15, los corredores de las casas  -cuando las casas tenían corredores o aleros- se adornaban con motivos patrios, banderitas, moños de papel tricolor y palmas de tepejilote, propias  de la  temporada que sólo se encuentran (o se encontraban) en monte alto.

Las fachadas de las casas y algunas calles, sobre todo las del centro, se decoraban con pasa calles de papel de china verde, blanca y rojo. Lejos estaban los llamativos materiales y motivos decorativos utilizados hoy en día…

En las escuelas había entusiasmo. Los maestros, que sabían de todo, se abocaban a instruir a los alumnos en las normas de ordenanza y cómo comportarse en los actos y desfile cívico…Había que prepara la mejor ropita o el uniforme, solamente usado en fechas especiales. Y para muchos escolapios, el desfile era buena ocasión para estrenar zapatos nuevos… La primera banda de guerra escolar que recordemos se integró en los años 50, en Catemaco, fue de la recién inaugurada escuela primaria Presidente Miguel Alemán, a instancias su dinámico primer director el profesor Ramón Varga…

El palacio municipal, escenario natural de las festividades patrias, era la edificación original edificado en 1905 por el alcalde Francisco Mortera. De una sola planta, de calicanto y tejas y un largo corredor soportado por cinco columnas. En la década de los 50, bajo la presidencia de don Rubén Brizuela Moreno el Gobierno del Estado construyó el edificio actual, que, por cierto, fue incendiado una tarde noche de noviembre de 2016 por unos  facinerosos embozados ajenos al pueblo…Y cual Ave Fénix la administración  municipal en funciones lo ha remodelado en su totalidad… La primera banda de guerra escolar que recordemos se integró en los años 50, en Catemaco, fue de la recién inaugurada escuela primaria Presidente Miguel Alemán.

Eran épocas cuando en cada municipio funcionaba la H. Junta de Mejoras, Moral, Cívico y Material (así se nombraba), integrada por personas serias de la localidad. Se encargaba de organizar las festividades y hacer público el programa con la venia de la autoridad en turno…Previamente,  como parte de los festejos,  se elegía a la señorita Libertad…la joven agraciada jovencita, flor del jardín catemaqueño, participaba en los actos y era figura central en el carro alegórico que elaboraba la mencionada Junta de Mejoras u otra institución, generalmente escolar, previamente designada

Así semanas antes aparecía pegado en ciertas paredes el pliego con el correspondiente programa; eran pliegos con diseños multicolores, obsequio de las cerveceras o de algún comercio importante de la localidad o de la región.  Al mismo tiempo circulaba el programara impreso en papel de china tricolor…cuyo texto era encabezando por la efigia del cura Hidalgo, en un antiguo grabado que poseían las imprentas de la época.

Desde el día 15 a las seis de la mañana, se escuchaba el primer “tuuuuummm” del cañoncito disparado cada hora en el parque o en el atrio de la iglesia… Por cierto ese cañoncito, de procedencia desconocida, era una legítima pieza de artillería, una batería en miniatura…

Quien hacía tronar el cañón, estaba bien entrenado en poner en la recámara cierta cantidad pólvora y completarla con cascajos molidos, bien asentado… Luego, en un espacio libre (el parque o el atrio), se encendía la mecha…Y a pocos segundo ocurría la explosión que, dado el tamaño del pueblo, era escuchada en todas los rumbos…Por cierto ese cañoncito, estuvo en activo hasta las fiestas patrias hasta mediados de los años 60.  Simplemente desapareció, alguien se lo apropió y nadie lo echó de menos.

A lo largo del día, de manera intermitente, se hacían estallar cohetones –o corredizos- cuyas cañitas, complementos de estos artefactos, eran muy codiciadas por la chiquillería.

Desde días antes los expertos pirotécnicos locales Ramón, “Mon” y Ángel, “Lito” Ortiz, conocidos en el pueblo como los “Chigüitos”, “hacían su agosto en septiembre” vendiendo paquetines de pólvora, buscapiés, cohetes, palomas y corredizos. No les vendían a menores; pero las pandillas de chamacos se ingeniaban, y mandaba al que aparentaba ser de más edad y con aspecto de serio a comprar artefactos explosivos…

En el Palacio municipal, desde temprana hora, carpinteros se encargaba de instalar el “altar de la Patria”. Se sacaban a la luz los antiguos retratos del padre Hidalgo y demás héroes; y se colocaban en el altar, destacando sobre un fondo de gasas verde, blanco y rojo. Esta escenografía se completaba con arreglos florales en los que resaltaban las palmitas de tepejilote…En sitio apropiado se colocaba la tribuna de madera (hoy la llaman pódium)….Y en tiempos más modernos cuando llegaron los altavoces eléctricos, don Elías Figueroa era el comisionado de instalar el su equipo de bocinas que daba sonido y volúmenes a la ceremonia.

 Una vez instalado el altar cívico, era custodiado, en guardias de media hora, por el pelotón de conscriptos, como se nombraba a los jóvenes de uniforme caqui, que cumplían el Servicio Nacional Obligatorio…

Desde la mañana, desde el quiosco, cada uno o dos horas soltaban globos de papel china…Recordamos en esta labor a don Eraclio Absalón, exporte en la manufactura y soltada de globos.  Si el tiempo era propicio y no soplaba fuerte el aire, los globos quedaban suspendidos por largo tiempo en el cielo catemaqueño. De lo contrario, el viento se llevaba al aerostato hasta perderse entre las nubes o ser presa de su propio fuego…

El inflado y suelta de globos aerostáticos, con su personaje principal, don Heraclio Absalón es una de las estampas de los años de infancia, que quedaron indelebles en nuestro recuerdo

Para las seis de la tarde del día 15, ya el parque estaba pletórico de ciudadanos que disfrutaban alegre verbena. Hacemos notar que todavía no llegaban a nuestros pueblos, los adornos patrios, ahora muy conocidos variados de plástico, silicón o laminados metálicos. Pero había vendedores ambulantes de bolsas de multicolores confetis y serpentinas, espadas de madera, sombreros, cascos, quepis de papel maché, los sabrosos “pabellones” tricolores de hielo raspado…y las banderitas de papel de china tricolor… Y por ahí se colaba algún vendedor clandestino de buscapiés y cohetes…

Había a la venta variedad de  golosinas: cartuchos de cacahuate, cacahuete garapiñada o en palanquetas (les decían rompe muelas),trompadas, caramelos, barrilitos tricolores de anís, paletas tricolores, dulces caseros de coco, leche, masafinas, alfajores de maíz, gaznates, merengues, niño envuelto…

No faltaban los puestos con su vitroleros de aguas frescas de frutas, además de los refrescos embotellados de esas épocas, como los “Pinitos” y los del “Polo Norte”; las sabrosas nieves y mantecados,  las paletas y pabellones de hielo raspado, que ofrecían en sus puestos establecidos alrededor del parque, don Ramón Hernández, don Juan Escobar García, don Indalecio Moreno García, las hermanas Cadena  Azamar…Y ya se veía alguno que otro comerciantes del altiplano con venta de Banderas de tela de todos tamaños

Mientras llegaba el esperado momento de “el Grito”, la banda de “Tata Lan” Moreno o la banda “la Gogolocha” amenizaban la tarde noche con marchas alusivas, pasos dobles y valses….Alrededor de las 10.45 de la noche, los asistentes –familias enteras- se concentraban frente a Palacio; todos de pie, cabeza descubierta, en orden y silencio. Y al sonar el reloj las 11 de la noche… el señor secretario del H Ayuntamiento, siguiendo el protocolo, daba lectura al Acta de Chilpancingo, que seguramente ya sabía de memoria, porque había secretarios que repetían y repetían en el cargo…

Acto seguido aparecía el Presidente flanqueado por el cuerpo de ediles y la señorita Independencia. El alcalde portaba la bandera, a la que hacía honores una banda de guerra enviada por el batallón del ejército acantonado en San Andrés…Y a las 11 en punto, sobre el silencio de los concurrente se escuchaba la estentórea voz presidencial…”Mexicanos… que viva la independencia de México…Vivan los héroes que nos dieron Patria y libertad…Viva Hidalgo,…Viva Morelos…Viva Allende…Viva Aldama…” Y la multitud coreaba las “vivas” a todo pulmón…

Siguiendo una costumbre –inconveniente, por cierto- quienes poseían armas de fuego, las descargaba a la hora del grito…y entre el estallido de los cohetes comunes destacaban las descargas de pistolas y carabinas…

Luego, venía el discurso oficial que generalmente estaba a cargo de un profesor. Cuando el orador era el renombrado profesor Santiago G.., caso frecuente,… de inmediato se escuchaba la multitudinaria expresión de “uuufff”, pues su discurso estaba muy lejos de ser breve y sustancioso…y el profesor peroraba, mientras la concurrencia, aburrida, optaba por no hacer el menor caso…

La ceremonia de la noche del 15 terminaba con el tradicional y solemne paseo. Lo encabezada el alcalde que portaba la bandera, seguido por el cabildo, la señorita Independencia y ciudadanos.  Hacían un breve recorrido que comprendía las calles Carranza, 2 de abril y Madero; de ahí retornaban, rodeado la iglesia y el parque, al Palacio. Con los honores a la bandera terminaban los actos oficiales del día…Sólo los conscriptos quedan en guardia permanente…

En el parque Francisco I Madero continuaba el jolgorio. La Junta de Mejoras patrocinaba el baile amenizado por algún conjunto musical de lo localidad, que podía ser, según las épocas, el Concierto Moreno, la Gogolocha, La Lira de Los Hermanos Organista, el Conjunto de Miguel Ángel Santos, el Conjunto de los “patitos”, Hermanos Taxilaga…un nutrido grupo de bailadores tomaban pista alrededor del quiosco…y eso era darle duro al bailongo hasta el cansancio…

Quienes sólo paseaban, daban vueltas, las muchachas en dirección contraria a los muchachos, intercambiando miradas saludos o piropos…y aventándose serpentinas y confetis, en una alegre y multicolor contienda…A esas horas pululaban pandillas de adolescentes cuya diversión era aventar cohetes y buscapiés a quienes daban vueltas. Las damitas, que salían huyendo, despavoridas, temiendo ser alcanzadas y sus medias quemadas por los incendiarios artefactos…

Como en toda fiesta mexicana, no faltaba en los bares y cantinas la alegría de la cerveza, curados de aguardiente, toritos de frutas y demás bebidas espirituosos los bares.  A los impertinentes por haberse pasado de copas, quedaban a disposición de una escolta de gendarmes que lo conducían derechito a la cárcel, de donde saldrían tras pagar 99 pesos con 99 centavos  de multa…

Amanecía el día 16 con cañonazos y cohetones. A las 9 de la mañana se reunían frente a Palacio municipal los contingentes, hace décadas de sólo dos escuelas: Los alumnos peinaditos luciendo ropita nueva y sobre todo estrenado zapatos.  A las 9.30 iniciaba el desfile cívico. Lo encabezaba el alcalde y su cuerpo edilicio, la señorita independencia y su corte de honor; seguían los escolares y tras ellos, una improvisaba banda musical que interpretaba marchas, entre las cuales la marcha Zacatecas, era repetida muchas veces…

Cerrando la columna iba el corro alegórico a la Patria. En antiguos tiempos se utilizaba una carreta de tirada por bueyes, luego se ocupaba una camioneta o camión…Pero a través de los años no variaba el tema. Tal vez inspirada en un famoso cuadro del  francés De la Croix, la señorita Independencia  vestía blanca túnica , sobre su cabello dorado con diamantina  portaba el gorro frigio, cuyo color rojo hacia resaltar el juvenil  rostro , cubierto de  polvo de arroz.  Sostenía el lábaro tricolor, detrás la escenografía: un cielo azul con nubecillas de algodón…Aún no cundía la moda de disfrazar a los chamacos escolapios de los héroes patrios.

El desfile recorría la calle Carranza, hasta el Cerrito donde tomaban la calle 5 de mayo hasta la hoy calle Progreso. De ahí recorría la calle del Carmen, hoy Madero; y ya en el centro, por las calles Aldama e Hidalgo llegaba a Palacio. Ahí  se dispersaba la marcha. Los escolares sedientos se abalanzaban sobre las paletas y aguas frescas. En el altar de la patria continuaban las guardias de conscriptos.

No faltaba en el desfile algún alumno desmayado, que a base de jugo de limón volvía en sí… Ya anotamos que era frecuente entre los escolapios estrenar calzado; algunos terminaban la marcha con los zapatos en la mano y los pies con ampollas, originado por la larga caminata y los apretados y duros zapatos nuevos…

A partir de la cuatro de tarde, se realizaba comenzaba la verbena en el parque Madero, amenizada por banda o marimba…y se anunciaba la “tribuna libre dedicada a los espontáneos que hacían sus paninos en la oratoria o la declamación.

La gente se acercaba para oír a los valientes que en discursos o poemas recordaban a los héroes de la gesta libertaria…Muchos oradores y recitadores se mantenían ecuánimes, pero había quienes se equivocaban, se les iba la voz o de plano olvidaban que iban a decir…Pero el público era benevolente con todos…Menos con el ya mencionado profesor Santiago, que tomaba el micrófono y no habían quien le marcara el alto.

Cerca de las seis de la tarde, una corneta anunciaba que se acercaba la hora de arriar el lábaro patrio. La gente se congregaba para acompañar al presidente en el solemne acto…Esta costumbre se fue perdiendo, pues de años acá, generalmente el alcalde no está presente en el acto.

Como fin de fiestas patrias, había baile popular y se repetían las escenas de la noche anterior: bailadores, gente dando vueltas, lluvia de serpentinas y confetis; chamacos aventando cohetes y buscapiés…y bolitos impertinentes, pasados de copas…Pero era tiempo del “toro petazo” que sorprendía a la multitud y correteaba los chamacos con su lluvia de coloridas chispas y estallido de cohetes…

Y al filo de la media noche, la quema del castillo, elaborado, como el “torito”, por renombrados pirotécnicas de la vecina comunidad de Comoapan…Era un espectáculo pirotécnico sencillo, si lo comparamos con las maravillas pirotécnicas actuales, pero espectacular para la época…

Con el último cañonazo terminaban las fiestas patrias…Al otro día, el altar de la Patria era desmantelado, los retratos de los héroes volvían a ser guardados…Solo quedaba un intenso olor a pólvora quemada y abundaban comentarios sobre lo “lucido” o “deslucido” de la fiesta…

Y el viento de los siguientes días septembrinos se llevaba confetis, serpentinas, restos de cohetes quemados y girones de papel de china tricolor…rescoldos de una fiesta…cada  año repetida.