Jue. Abr 18th, 2024

Finalizaba el siglo XIX y el gobierno porfirista iniciaba una nueva época en la República restaurada. Se alentó la llegada de migrantes europeos, asiáticos y del medio oriente…

Entre los migrantes destacaron ciudadanos emprendedores que llegaron al país en busca de nuevos horizontes don Sandalio Suárez fue uno de ellos. Español de origen vivió unos años en La Habana, dedicado a la siembra de tabaco y caña de azúcar.

Tal vez el conflicto Cuba-España, que desembocaría en la independencia cubana, lo motivó a trasladarse a México. Se estableció en San Andrés Tuxtla, en esos años ya centro destacado en el comercio, la producción agrícola, con el cultivo del tabaco y la elaboración de puros…

El señor Suárez llegó dispuesto a trabajar y a crear microempresas. Así, en la cabecera del cantón abrió una tienda de ultramarinos y compra venta de semillas… En la Villa de Catemaco adquirió terrenos cercanos al lago, donde organizó haciendas ganaderas, cultivó algodón, plátano, caña de azúcar y estableció trapiches para fabricar panela y alambiques para destilar alcohol y aguardiente…

Por 1899, era un mini empresario exitoso y propietario de varios solares en la en la Calle del Carmen (actualmente, Francisco I. Madero) considerada la calle principal del poblado…También era de su propiedad la casa (actualmente de la familia Brizuela), donde funcionaba la escuela “Real”.

En los años 1900 o 1901 edificó en un solar de la calle del Carmen, precisamente a una cuadra de la iglesia, una casona que sobresalía por su tamaño y por ser de dos plantas, caso insólito en el pequeño poblado. El propio don Sandalio dirigió la construcción a cargo del renombrado maestro de obras don Ventura Cárdenas y su equipo de alarifes que, por ese tiempo, realizaron otras obras importantes, como el viejo palacio municipal, la torrecilla de la antigua parroquia y la emblemática torre del reloj…

Los constructores utilizaron piedras y bloques de laja, procedentes una mina situada en el terreno del don Pedro M. García, – actual colonia Don Pedro. De ahí salían las carretas tiradas por bueyes, cargadas con los bloques de las dimensiones requeridas. Eran unidos con arena y cal viva obtenida quemando huesos y conchas de almejas de mar y del lago.

La “Casa de Altos”, como fue llamada por el pueblo, era de estilo sobrio, carente de adornos, solo tenía como remate una sencilla cornisa. Por su altura sobresalía de las edificaciones y patios vecinos…y pronto formo parte del paisaje…

La planta baja estaba dividida según las necesidades del dueño. El segundo piso de tarima se sostenía en gruesas vigas de madera de chicozapote y estaba techado con lámina de zinc. Al norte, hacia la calle del Carmen, se abrían tres grandes puertas. En la planta alta contaba con seis ventanas, con sus respectivas rejas de hierro forjado…

Al sur, colindaba con la propiedad de la familia Pérez Armengual, cerca de la playa. Al oeste lindaba con un terreno baldío propiedad del fundo legal. Y al este, topaba con profundo cauce originado por las corrientes pluviales en lo que fue la calle Zaragoza. Por una puerta situada en el lado este se accedía a la planta alta.

La casa se ocupó como oficinas y bodegas del propietario, después se instalaron en la planta baja comercios y fondas…Cuando, por causas desconocidas el señor Suárez decidió regresar a Cuba, la construcción fue adquirida por el ayuntamiento y se instaló ahí la escuela “Real”, después denominada escuela Benito Juárez.

En ese plantel terminaron su instrucción primaria varias generaciones de muchachos… Y larga lista de abnegados maestros ejercieron ahí su magisterio… En los años 40, en honor a la poeta María Boettiger de Álvarez, la Casa de Altos dio espacio a la biblioteca pública, primera en la localidad, que llevó el nombre de la eximia poeta.

Cuando se construyó el nuevo Palacio Municipal, en 1950, el cabildo presidido por don Rubén Brizuela Moreno decidió que las oficinas municipales funcionaran en la planta baja de la Casa de Altos; situación que se prolongó por más de un año.

Y. a la vez, el marcado municipal que funcionaba a espaldas de la casa municipal fue trasladado al solar baldío que estaba al oeste de la casona.

Así en la actividad del Ayuntamiento y de la escuela y el ajetreo del marcado, con sus carnicerías, pescaderas, verdulerías, abarrotes, fondas y demás ventas animaron ese céntrico rumbo de la Villa…

También, en la casa de altos funcionó durante varios años el servicio de Telégrafos Nacionales. En la década de los años 50, catemaqueños progresistas hicieron posible, con el apoyo del diputado local don Andrés Uscanga Pérez, que Catemaco contara con una escuela secundaria.

Esa institución pionera de segunda enseñanza, desde sus inicios y por varios años, ocupó la planta alta de la construcción. El primer director de la secundaria, médico Jerónimo Jon Duarte, de muy grata memoria, fue quien sugirió que el plantel llevara el nombre del ilustre bardo veracruzano Salvador Díaz Mirón…

Seguramente, para muchos catemaqueños, inolvidables serán los años transcurridos en esos vetustos salones sin puertas y piso de tarima; una pléyade de maestros, que no hemos olvidado, nos señaló el camino de la superación…En tanto la escuela primaria Benito Juárez continuaba funcionando en la planta baja…

En la década de los años 70 la secundaría Díaz Mirón se trasladó a las primeras aulas construidas en el Rodeo. Poco después la antigua escuela Benito Juárez, que ostentaba nuevo nombre, de Leona Vicario, emigró también al Rodeo a su nuevo y funcional edificio…Y la Casa de Altos, quedó vacía, como casa del terror…

Fue en 1980, durante la presidencia del licenciado Tomás Montoya Pereyra, cuando se decidió derribar la antigua casona, para levantar ahí un “anexo” del mercado, que recientemente había sido reinaugurado con el nombre del ex presidente Víctor White Fonseca…Aunque, seguramente, los espacios fueron vendidos, ese nuevo anexo no cumplió su cometido. Nunca fue ocupado. Está como ejemplo de lo que tiene razón de ser.

En nuestro pueblo, se han cometido errores irreparables en nombre del progreso. La destrucción de la Casa de Altos fue uno ellos…Seguramente no se pensó y por tanto, no se tomó en cuenta su antigüedad, su sólida construcción en sitio céntrico, ni su lugar en un largo periodo en la vida de la comunidad catemaqueña.

La Casa de Altos fue testigo de una etapa recordable en el devenir histórico de la aún Villa. Merecía que se hubiera conservado y remodelado para diversos usos: biblioteca, casa de cultura, museo comunitario, archivo municipal, centro comercial o de oficinas…

Esa Casa de Altos es –como muchos valores perdidos- nostalgia color sepia en postales de la agencia “México Fotográfico” …Y recuerdo grato en quienes la conocieron y en quienes ahí pasamos feliz temporada adolescente…

©shg
(Fotos: México Fotográfico)