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Sep 21, 2018
  • México perdido, ¿cuál esperanza?

A mi amigo Diego…

Miguel de Cervantes Saavedra, en unas de sus espléndidas palabras, decía que el andar tierras y comunicarse con gente hace a los hombres discretos. Y Jaime Sabines versificaba que yo no lo sé de cierto, lo supongo. En todo caso, se afirma que la vida es breve y tenemos que andar. Vayamos al paso que andemos, lo mejor es decir “Esto soy” y si soy comparto mi ser, mi existir, aunque haya murallas que dicen “No”.

Por lo pronto, para no hacerle al cuento –aunque me encanta-, debo compartirles las siguientes palabras del escritor español Juan José Millás, autor de la novela “Que nadie duerma” –estupenda, por cierto, y que les invito a adquirir y leer- palabras dichas en una conversación en Hay Festival 2018 en la ciudad de Querétaro –fenómeno cultural que nos quitó el gordo Duarte y la flaca Karime, todo por la abundancia y la pendejez de nosotros los ciudadanos, porque las autoridades harán todos los días lo mismo: nada a favor de la mayoría, y habrá perdón y olvido… ¡que el diablo se los cargue, con perdón de Dios!-, decía que Millás dijo:

“Los niños lectores dábamos mucho miedo a nuestros padres y profesores, y ahora uno de los problemas es que se lee menos, eso se dice, es que de repente en unos años se ha establecido un consenso según el cual la lectura es buena, y si le preguntan a un padre si le gustaría que sus hijos leyeran, diría que sí, si cuestionan a los maestros si les gustaría que sus alumnos leyeran, responderían que por supuesto, y si le preguntan al  ministro del Interior si la lectura es buena, contestaría: ‘la lectura es buenísima’. Pero pienso que si yo tuviera 14 o 15 años, ¿me gustaría una actividad que le gustaría a mis padres y al ministro de Interior? No, seguro no leería, yo me habría dedicado a los videojuegos, que eso sí produce inquietud, ahora yo sería un autor de videojuegos”. Quien tenga oídos…

El libro “Que nadie duerma” inicia así: “Al verse en el espejo, Lucía dijo: Esa gorda soy yo”. Palabras que me digo cada vez que me veo al espejo: “Ese hombre atractivo soy yo”. En realidad, la novela no trata del cuerpo físico humano –algo, quizás- si no del encanto o desencanto interior, del optimismo o negatividad que traemos dentro y que, en consecuencia, transmitimos a los demás. La vida es bella, siempre lo he dicho, aunque a veces nos ahogue el destierro.

Sé que hay algunos temas por abordar para combatir las desigualdades y pobreza del mundo y de México. No creo en Amlito ni en Cuitláhuac ni en mí mismo, son temas pa’ otra ocasión, amigos lectores fans. Pero como ando de “vagaciones”, sólo les dejo estas líneas. “Guardad los labios por si vuelvo”, escribió Luis Cernuda.

Antes, les comparto lo que expresó Noam Chomsky, en entrevista reunida en el libro “Optimismo contra el desaliento”: “Un público educado es sin duda un prerrequisito para que una democracia funcione, en la que “educado” signifique no solamente informado, sino capaz de adquirir de manera libre y productiva, lo que constituye el fin principal de la educación”. El que tenga oídos…

Insisto: se nos está perdiendo México. Luego nos vemos queridos fans, si el tino así lo quiere. Dije tino.

De cinismo y anexas

Ya que ando de “vagaciones”, les dejo el siguiente poema de Luis Cernuda, “He venido para ver”:

“He venido para ver semblantes 

Amables como viejas escobas, 

He venido para ver las sombras 

Que desde lejos me sonríen. 

 

He venido para ver los muros 

En el suelo o en pie indistintamente, 

He venido para ver las cosas, 

Las cosas soñolientas por aquí. 

 

He venido para ver los mares 

Dormidos en cestillo italiano, 

He venido para ver las puertas, 

El trabajo, los tejados, las virtudes 

De color amarillo ya caduco. 

 

He venido para ver la muerte 

Y su graciosa red de cazar mariposas, 

He venido para esperarte 

Con los brazos un tanto en el aire, 

He venido no sé por qué; 

Un día abrí los ojos: he venido. 

 

Por ello quiero saludar sin insistencia 

A tantas cosas más que amables: 

Los amigos de color celeste, 

Los días de color variable, 

La libertad del color de mis ojos; 

 

Los niñitos de seda tan clara, 

Los entierros aburridos como piedras, 

La seguridad, ese insecto 

Que anida en los volantes de la luz. 

 

Adiós, dulces amantes invisibles, 

Siento no haber dormido en vuestros brazos. 

Vine por esos besos solamente; 

Guardad los labios por si vuelvo.”

Ahí se ven.