Mar. Abr 30th, 2024

desempleoGustavo Macena.- La fuerza laboral de un país está constituida por aquellas personas que reúnen dos requisitos básicos: contar con la edad apta para desempeñar un trabajo y que poseen el deseo de trabajar.

Esta aclaración es necesaria para lograr identificar a los miembros de la población activa, es decir aquellos que desempeñan un trabajo porque su edad los habilita para ello, y porque cuentan con el deseo de hacerlo.

De allí se desprende que la población no productiva está constituida por aquellas personas que teniendo la voluntad de trabajar, su edad no es legalmente apta, o viceversa. Estos conceptos son fundamentales a la hora de definir la condición de desempleo.

Para que una persona sea considerada en situación de desempleo debe:

Encuadrarse dentro de la población activa,

No desarrollar un trabajo específico pero encontrarse en inmediata disposición para hacerlo

Haber intentado obtener un empleo en un plazo no superior a las cinco semanas

Los motivos del desempleo en las sociedades modernas están sujetos a diferentes variables que van desde lo social a lo político y que resultan determinantes de la realidad laboral de un país.

Entre las variables de índole político pueden enumerarse la inestabilidad jurídica o económica que obliga a cerrar empresas, el incremento en las presiones impositivas que motivan el despido de personal, la falta de apoyo o incentivo a los mercados de consumo que redundan en menor producción y por ende en la cesantía de empleados en todos los niveles, etc.

En cuanto a las razones sociales que producen desempleo podemos citar la ausencia de programas de capacitación laboral, los altos estándares profesionales exigidos por las empresas, la falta de acceso a niveles superiores de educación por parte de la población laboralmente activa, y el avance tecnológico.

Este último factor es lo que se conoce como desempleo tecnológico, es decir aquel que se produce como consecuencia de la incorporación de nuevas tecnologías en los distintos sectores de la producción, eliminando la necesidad de mano de obra humana u obligando al despido de operarios por no hallarse capacitados para el manejo de los nuevos recursos.

Las ventajas económicas de estas mejoras a nivel de la productividad son innegables para los empleadores: menor ausentismo, reducción en los costos, optimización del tiempo, incremento en la producción, mayor eficiencia en los procesos, etc. Sin embargo las consecuencias sociales son nefastas:

La especialización de unos pocos en contraste con la desvalorización de los trabajos no especializados, oficios y otras tareas, consideradas menores.

El hombre debe competir con una máquina capaz de hacer el doble de su trabajo por un costo mucho menor, y por lo tanto ve resentida su retribución salarial por su actividad.

El acceso a la capacitación tecnológica requiere fuertes inversiones que no todos los miembros de la fuerza productiva están en condiciones de hacer.

El rango de edad de los contratados para trabajos vinculados a la tecnología cada vez son menores, quedando una gran franja etárea fuera del mercado laboral.

El acceso al trabajo formal está íntimamente ligado a la evolución, en más y en menos, de la pobreza de una nación. El empleo permite a los ciudadanos acceder a bienes y servicios, y por tanto mejorar su calidad de vida. Cuando esta relación se rompe por la irrupción de la tecnología en desmedro del trabajador humano, el delicado equilibrio económico comienza a resentirse.

El Dr. Michael Hammer sostiene que la reingeniería de la producción, provoca una pérdida de más del 40% de puestos de trabajo y que de continuar la tendencia, asistiremos a una de las oleadas de desempleo masivo como jamás se ha visto antes en la historia de la Humanidad.

Por su parte, J. Rifkinn, en su libro «El fin del trabajo», asegura que «Uno de los motivos que impulsan la automatización es que los empresarios prefieren, a igual coste, una máquina a un trabajador, ya que las máquinas no están sindicadas, no hacen huelgas ni se enferman».

Rifkin también considera necesario entablar una relación entre el creciente desempleo tecnológico y el aumento de niveles de depresión y de morbosidad psicótica. Un panorama para nada alentador que incluye además el temor de una vinculación casi patológica entre la cibernética y la biología, sumiéndonos en el caos biotecnológico.

Aunque muchas de estas teorías puedan considerarse exageradas, lo cierto es que las sociedades modernas sufren en carne propia las consecuencias del desempleo motivado por la tecnología, y se requiere una gran capacidad de adaptación a los nuevos tiempos, de la mano de políticas gubernamentales serias destinadas a prevenir y paliar las crisis que se avecinan en materia laboral.