Sáb. Abr 20th, 2024
  • Raúl S. Agudín Corro

Hoy recordamos a una figura importante de la medicina en los Tuxtla, en siglo pasado…Su figura trascendió la profesión médica porque fue un luchador por las buenas causas sociales y conciencia de los Tuxtla.

Lo recuerdo…

El me platicó…Llegó allá por los años 30, Cuando la ciudad de San Andrés aún se despertaba con el silbato del tren, rumor de pregones y el metálico golpeteo de los cascos de los caballos lecheros sobre el empedrado de las calles.

Arribó en ese traqueteante ferrocarril ramal que por tan pequeño parecía de juguete, único transporte que enlazaba a Los Tuxtlas con el resto de la república. Nativo de Chacaltianguis, en 1900, traía las ilusiones de los años juveniles, su flamante título de Cirujano, de la Escuela Nacional de Medicina (la de la “casa chata”, de la Inquisición, en la plaza de santo Domingo), sus libros de medicina en francés y su indispensable instrumental…Así don Raúl S. Argudín Corro se quedó en San Andrés para ser el médico de los Tuxtlas.

Fiel al juramento hipocrático y su vocación de humanista, recorrió caminos y veredas para aliviar el dolor. A su paso fue sembrando consuelo, alivio y amistad… Formó parte de una generación de médicos humanistas que, en la primera mitad del siglo pasado, dejaron honda huella, de buen recuerdo, en toda la región.

En su consultorio de la calle Gorostiza se agrupaban los pacientes, muchos, transportados en hamacas desde diversos puntos de la región para consultar la sapiencia del galeno y recibir el aliento del amigo…

Me cuento entre sus infantiles pacientes…Recuerdo el consultorio que guardaba, además de libros e instrumental médico, insólitos objetos… Un reloj cuyo péndulo era una niña en su columpio, un abecedario formado por caprichosas raíces, extraños herrajes, clavos, llaves, candados; grandes herraduras, tal vez de caballos percherones; espadines, puñales y hasta un grillete que, tal vez. pertenecería a un esclavo, y otras piezas propias de la vida común de los siglos XVIII y XIX. Objetos recolectados en sus frecuentes incursiones por las montañas del volcán San Martín o por los llanos del sotavento.

Había reproducciones de litografías alegóricas de la lucha entre la vida y muerte, la ciencia y la enfermedad… Un bello cromo de “Jesús sanando enfermos” y, enmarcada, una cita del escritor español Jacinto Benavente sobre la misión del médico…

Entre todas esas rarezas destacaba una pieza que despertaba mi asombro o temor infantil. Era un cráneo humano al que el médico le colocaba un cigarro entre la dentadura. Contaba que perteneció a una bella joven, cuyo cadáver nunca reclamado fue enviado a la escuela. Luego de los correspondientes estudios, los futuros médicos se repartieron segmentos del cadáver…A él le tocó el cráneo que lo acompañó hasta San Andrés.

Nativo de la ribera del Papaloapan, don Raúl fue sanandresano desde el día que llegó a Sn Andrés para ejercer con entrega su vocación de médico humanista, y a la vez dedicar tiempo al cultivo de las letras, a las expediciones por las montañas circundantes y a la práctica del deporte cinegético… Su carácter amable, bondadoso; su paciencia y comprensión fructificaron en gratitud, respeto cariño y amistad, para el generoso médico, que murió precisamente en su ciudad de adopción. ..

Su espíritu de aventura, su interés de científico y de cronista lo impulsaron a recorrer el llano y la montaña y a compenetrarse en el modo de vivir de la gente de las sabanas y selvas. Fue gran conocedor de la flora y la fauna regionales y de muchos secretos del San Martín, volcán el que exploró guiado por su curiosidad e interés hacia todo lo referente a nuestra tierra…

El médico amigo, dedicó su vida a ejercer con amor una de las misiones más nobles. La enriqueció con su espíritu generoso, con las experiencias de sus aventuras por la selva y los llanos sotaventinos. Fue un personaje importante, imprescindible, en el devenir tuxtleco, en del siglo pasado.

Escribió muchos artículos científicos y crónicas que publicó en los periódicos locales … Con bella prosa, plasmó sus experiencias como médico, sus aventuras cinegéticas, e interesantes y amenas reseñas de la vida en nuestros pueblos. Sus libros, Relatos de Cacería en los Tuxtlas (1957) y Vida y aventuras de un médico de provincia (1967), además de valor literario tienen importancia documental.

Con todo merecimiento, don Raúl Agudín sucedió a don León Medel y Alvarado como segundo Cronista de la Ciudad de San Andrés. Podría haber sido Cronista de los Tuxtlas, porque conocía muy bien la región y a su gente, y reunía un archivo de notas sobre los más diversos temas tuxtlecos… Además, sus crónicas publicadas en la prensa regional, estructuradas con impecable manejo idiomático, constituyen importantes testimonios sobre nuestra región.

Cuando lo recuerdo, evoco a otro médico, héroe del humanismo: Albert Swaitzer, el “médico de la selva”.

El médico y cronista, don Raúl S. Argudín Corro, fue un humanista, baluarte moral de nuestra región, que gustó y paladeó lentamente el sabor de nuestra tierra, la amó y la enalteció…Sean estas líneas para recordarlo.

 (A la Sra. Eisalda Hernández Pérez, agradeciendo su atención)

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